Seguimos, en esta nueva entrega del “diario de Ro”, analizando las sádicas mentes de las mujeres que pertenecieron al lado del mal, y que jugaron un papel bastante destacado durante el holocausto.
En esta ocasión, la protagonista
del cuarto programa de “mujeres en la Shoá, ángeles y demonios” que, como ya sabéis, realizo en Radio Sefarad, es Irma Grese, más conocida —irónicamente, claro— como el ángel de
auschwitz.
Si ya con María Mandel —y su estremecedora manera de proceder— se nos heló la sangre al conocer su historia, tristemente, la de Irma Grese no va a quedarse atrás en cuanto a crueldad y deshumanización se refiere. Pero, como siempre, comencemos por el principio:
Irma Ilse Ida Grese nació en Wrechen, Alemania, el 7 de octubre de 1923. A diferencia de Mandel, quien nació
en el seno de una familia bastante acomodada y querida por sus vecinos, Grese
lo hizo en un ambiente familiar bastante desestructurado. Su madre se
suicidó en 1936, quedando su padre, Alfred Grese —disidente del partido nazi—
viudo y al cargo de la pequeña Irma, y de cuatro hermanos más.
Con tan solo quince años, nuestra protagonista comenzaría a darle problemas a su padre. No solo dejó sus estudios, sino que no encontraba motivación en absolutamente nada, siendo los únicos trabajos a los que accedió los de jornalera en una granja, dependienta en una tienda o el de limpiadora y pseudo enfermera en el hospital de Hohenlychen —Alemania—.
Lo único por lo que grese sí que
comenzaba, por aquel entonces, a mostrar un verdadero interés fue por la Liga
de la Juventud Femenina Alemana, algo que preocupaba a su padre, y
mucho ya que sus ideales eran
totalmente contrarios a los que caracterizaban al sistema del Tercer Reich.
Mientras trabajaba en el hospital que he indicado anteriormente, y gracias a la especial relación que Irma mantuvo con el director del hospital , el Doctor Karl Gebhardt —quien sería acusado, tras la segunda guerra mundial, de cometer verdaderas aberraciones médicas con presos de diferentes campos de concentración—, es cuando Grese comenzaría a acercarse al oscuro mundo de las SS.
Es en 1942, cuando Irma ya había cumplido su mayoría de edad, cuando, tras varios intentos fallidos, Irma comienza a formar parte —aunque en principio en en calidad de voluntaria— del equipo de trabajo de un campo de concentración, concretamente en el de Ravensbrück. Allí sería donde comenzaría, para desgracia de los presos que estaban a punto de caer en sus manos, su tétrica —y meteórica— carrera en el más absoluto horror.
Prisioneras entre las alambradas de Ravensbrück.
Uno de los capítulos más oscuros de Grese, y que sin duda la define, ocurriría poco después de ser, ya
oficialmente, una miembro más de las SS, cuando al disfrutar de un permiso
acude a su casa a ver a su padre. El señor Grese entró en cólera al ver a su hija
uniformada con el atuendo propio del partido que él tanto detestaba, echándola de casa. Ante este suceso, Irma, demostrando su gélida frialdad,
decide denunciar a su padre por ir en contra de su venerado Führer, consiguiendo que lo encerraran en
la cárcel.
Desde ese momento, Irma Grese, una
vez desprendida de la poca familia que le quedaba, hizo del campo de
concentración de Ravensbrück su verdadero y único hogar. Puso
todo su empeño en aprender todas y cada una de las funciones que allí se
desepeñaban, soñando con llegar a lo más alto como personal de estos campos. Y lo
cierto es que Grese, a pesar de su corta edad, no iba a dejar de crecer.
Tan solo un año después, en 1943,
una vez finalizada su formación, fue trasladada a Auschwitz-Birkenau, donde no
tardó en ser nombrada como supervisora del campo, llegando a ostentar el
segundo cargo más alto del sector femenino de este campo de exterminio, solo
por detrás de nuestra anterior protagonista, María Mandel, quien se había
convertido en todo un referente para ella.
Su terrible control sobre cerca de 30.000
presas, los interminables recuentos o las selecciones para las cámaras de gas,
eran algunas de sus nuevas funciones, con las que Grese se iba a sentir cada vez más
cómoda. Por no hablar de otros de sus quehaceres favoritos como fueron las
incesantes torturas, los lanzamientos de sus perros con el fin de despedazar y asesinar a sus presas e, incluso los abusos sexuales que
ejercía sobre ellas.
Y si las presas femeninas le
obsesionaban, otro de los objetivos de la conocida como la “Bella Bestia” eran
los niños. Según el testimonio de una superviviente, Irma llegó “a sacar los
ojos de una niña al pillarla hablando con un conocido a través de la
alambrada”.
Si todo lo comentado hasta el
momento puede, como mínimo, erizarnos la piel, el conocer que al final de su teticra carrera sus
asesinatos se cifraron en una treintena al día de media, nos quedamos sin respiración.
Todo lo comentado hasta el momento hace justicia a la
definición que se hace de ella por parte de algunas de las supervivientes de los
diferentes campos en los que Grese trabajo, una definición que paso a citar a
continuación:
“Irma Grese fue una autentica depravada
sexual, sanguinaria, fría, atroz y sin escrúpulo alguno, carente de cualquier atisbo
de empatía y bondad”.
Como ya se adelanta en esta definición, otro de los aspectos más sorprendentes de su personalidad, que sin duda es digno de estudio,
era su relación con el sexo. Grese era guapa y atractiva, y ella lo sabía, utilizándolo para seducir a todo aquel que considerase que le iba a otorgar
cualquier cosa que desease. Tan agitada era su vida sexual que, en una
ocasión quedó embaraza pidiendo, bajo pena de muerte, a Gisella Pearl —presa
judía y médica obligada del campo—, que le practicara un aborto clandestino,
pues Grese consideraba que este acontecimiento podría acabar con su carrera, algo que ella no podía tolerar.
Incluso está documentado que Grese,
a pesar de su odio irracional hacia sus presas judías también las obligaba a
mantener relaciones sexuales con ella. Actos que acababan con sus victimas
directamente en las cámaras de gas.
Irma Grese, fue finalmente detenida en 1945, entre los muros del campo de concentración de Bergen-Belsen, donde había
sido trasladada poco antes de que este fuese liberado. Acusada de haber
perpetuado crímenes de guerra, e infinidad de torturas, maltrato y asesinatos, Grese sería enjuiciada y condenada a muerte en 1945,a la corta edad de 22 años.
Llama especialmente la atención su actitud durante el tiempo que duró su juicio, la cual oscilaba entre la indiferencia y el desprecio hacia todo lo que oía y escuchaba, desentendiéndose de todo lo que se le señalaba.
Irma Grese durante el trascurso de su propio juicio. |
Solo en contadas ocasiones sí que aceptaba, de alguna manera, algún
atisbo de responsabilidad, pero siempre desviando la atención, como puede
observarse y cito textualmente en una de sus declaraciones: “Himmler era quien
tenía la culpa de todo lo que ocurrió, pero supongo que tengo tendré tanta
culpa como los que estaban por encima de mí”.
Grese es otro ejemplo de
cómo las mujeres, aunque en esta ocasión sean por destacar en aspectos tan
temibles, han pasado a un segundo plano cuando, si atendemos a su crueldad y su protagonismo durante el Holocausto, solo por ser mujer, no se le ha
dado la misma relevancia que a sus homólogos masculinos. Y, en ocasiones como
esta, deberían haber estado mínimo a la par.
Es importante que historias como
estás se sepan precisamente para que, en un futuro, se puedan identificar casos
similares y se puedan evitar a tiempo. Porque como pasaba con Mandel, lo más
escalofriante de estos casos, es que estas mujeres no eran monstruos, eran —en
principio— personas normales cuya radicalización y deshumanización llegaron a
límites insospechados.
Y esto ha sido todo por hoy. Pronto
volveremos a vernos entre estas páginas. Espero que hayáis, sobre todo,
aprendido. Identificar a estos verdugos y lo que hicieron me parece una manera
de conmemorar a sus víctimas. Porque existieron, y porque tuvieron que sufrir a
bestias como estas. Por ellas, por los millones de víctimas que perecieron en
sus manos, hay que recordar.
Muchas gracias, como siempre, por estar ahí, justo al otro lado de la pantalla, viviendo conmigo cada entrada, por muy intensa que sea, del “Diario de Ro”. Nos vemos muy muy pronto. Un saludo...
¡Y mil gracias!.
Pd: os dejo una recomendación literaria si queréis conocer un poquito más sobre la oscura historia de Irma Grese:
.Mónica G. Álvarez. (2012). Guardianas nazis: el lado femenino del mal. Edaf.