Jaguar y Aimée. Una historia de amor en plena II Guerra Mundial.


Hoy, 28 de junio, es el día internacional del Orgullo LGTBIQ+. Y desde el diario de Ro quiero rendirle mi pequeño —y humilde— homenaje a una jornada tan importante como la que se celebra hoy contándoos una de las historias de amor más bonitas —y trágicas— que he conocido nunca.

Pero antes de enamorarnos con sus protagonistas —y de ellas—, quiero recordar el por qué sigue siendo tan importante que un día como hoy continúe teniendo sentido, a pesar de lo que a algunos les pese.

Y es que, son incontables las ocasiones en las que hemos podido escuchar preguntas como, por ejemplo: ¿por qué se sigue celebrando el día del Orgullo LGTBIQ+ si ya existen derechos que aparan al colectivo? Pues bien, es necesario, entre otras muchísimas razones, porque aún hoy, en 69 países del mundo, ser homosexual es criminalizado por sus leyes. Por no hablar de que, en otros 6 países, tener relaciones con personas de tu mismo sexo sigue estando penado con la muerte.

Pero, por si todo ello puede parecer poco, e incluso lejano para nosotros que tenemos la suerte de vivir en un país cuyas leyes distan mucho de las anteriormente comentadas, también es necesario celebrar días como hoy, por ejemplo, en nuestro país, porque siguen siendo numerosísimas las palizas a homosexuales, las vejaciones, los insultos y las ridiculizaciones a soportar; o porque sigue estando muy presente el respeto hipócrita sobre el colectivo de quienes afirman estar a favor del mismo pero a su vez critican, por ejemplo, la presencia cada vez más normalizada —no sin trabajo— de parejas LGTBIQ+ en series y películas por tacharlas de oportunistas o de poco naturales. Todo muy coherente (nótese la ironía).

Tampoco me quiero olvidar de denunciar las constantes faltas de respeto y comentarios más que ofensivos que este colectivo tiene que soportar, simplemente, por algo tan bonito como el demostrar su amor en público. Y qué pena que todo esto siga pasando en una sociedad, supuestamente contemporánea y avanzada, y más, en pleno siglo XXI.

Personalmente, toda mi vida he estado bastante sensibilizada con este tema porque siempre he tenido la convicción que, aunque algo no te afecte directamente, si es injusto, no se puede mirar hacia otro lado. Y esto fue así hasta que me afectó de manera personal y pude comprobar la diferencia que hay, en todos los sentidos, en el día a día que supone tener una pareja heterosexual a una homosexual y como la sociedad —y nosotros mismos—, en ocasiones, no estamos aún preparados para naturalizar una situación que debería de ser precisamente eso, natural.

No ayudan tampoco comentarios de partidos, los cuales no pienso nombrar, en relación, por ejemplo, a la instauración de terapias de conversión para "homosexuales confundidos", a la supresión de charlas de diversidad sexual o a la creación de listas de personas LGTBIQ+ que trabajan en sectores tan determinantes como es en el de la educación.

Y es precisamente eso, la educación, lo único que puede salvarnos como sociedad. Pero una educación basada en una verdadera igualdad, diversidad y libertad, fuera de todo adoctrinamiento heterosexual, dejándonos a todos elegir. Seguramente así nos costaría menos sentirnos libres, pero libres de verdad.



Libres… Como precisamente quisieron ser las dos protagonistas de mi blog de hoy, Aimeé y Jaguar, cuyos nombres reales son Lilly Wust y Felice Schragenheim. Conozcamos su bonita, romántica y trágica historia acercándonos en primer lugar a sus dos protagonistas, que no podían ser más diferentes:


Lilly Wust – Aimée.

Lilly Wust (Berlín, 1 de noviembre de 1913 / Íbídem, 31 de marzo de 2006) ​ fue una mujer alemana que, sin duda, respondía a la definición perfecta de lo que debía ser una impecable señorita “aria”.

 Y esto es así porque Lilly estaba casada con un oficial nazi, Günther Wust; porque era madre de cuatro hijos, lo que le valió para ser merecedora de la Cruz de Bronce por su contribución a la regeneración de la “raza aria; y, sobre todo, porque ejemplificaba, de manera intachable, lo que debía de ser una esposa ideal dedicada, en cuerpo y alma, a su hogar familiar.

Sin embargo, esta modélica fachada pronto se mantendría solo de puertas para fuera. Y es que, Lilly tuvo que soportar durante años a un marido ausente con múltiples amantes que apenas la miraba cuando pasaba por su lado. Una situación que la hizo despertar y sentir la necesidad de sentirse viva más allá de los muros de su casa, negándose, como ella misma afirmaba: “a ser prisionera de mi propia naturaleza femenina”.

Wust, tras el nacimiento de su tercer hijo comenzó también a frecuentar a otros amantes, siendo el más importante, y duradero, Erwin Buchwieser, quien fuese —según ella misma confesara— el padre de su cuarto y último hijo.


Felice Schragenheim – Jaguar.


Felice Schragenheim nació en Berlín el 9 de marzo de 1922, en el seno de una familia de clase media-alta gracias a la profesión que compartían sus progenitores, la de dentistas. 

De hecho, era sobre todo su padre, Albert Schragenheim, uno de los dentistas más reconocidos de Berlín hasta que, en 1933, es despedido tras el inicio de la devastadora campaña antisemita que recién imperaba en toda Alemania una vez que Hitler se hizo con el gobierno alemán.

Felice perdió a sus padres demasiado pronto. Su madre murió tras un grave accidente de coche en 1930, y su padre falleció, en 1935, tras un ataque aéreo. Solo su hermana Irene le quedaba a nuestra protagonista de su núcleo familiar más cercano, además de su abuela Hulda, con quien viviría hasta la deportación de esta en 1942.

Berlín durante la II Guerra Mundial.

A partir de entonces, ambas hermanas iban a tratar de buscarse la vida, la una con más suerte que la otra. Y es que, mientras que Irene logra escapar a Londres, todos los esfuerzos de Felice por abandonar el país se vieron frustrados por un motivo u otro.

Sin embargo, esta complicada situación no iba a poder con nuestra protagonista, quien en vez de sumirse en la tristeza más absoluta o en una oscura depresión, no cesaría en su empeño de sobrevivir a costa de lo que fuese para, en el momento que pudiese, recuperar su libertad.

Es también en 1942 cuando Felice recibe una carta de aviso que bien sabía ella lo que significaba. Para poder burlarla fingió su propio suicido, se quitó la estrella de David de su ropa y adquirió una nueva identidad.

Tras este desagradable episodio, la nueva Felice comenzaría a vivir escondiéndose, por temporadas, en  las casas de aquellos conocidos que le ofrecían refugio. Cabe señalar que en ninguna de las localizaciones en donde vivía pasaba mucho tiempo, y esto era así para no levantar sospechas ni poner en peligro a sus propios anfitriones, hasta que comenzó a vivir en casa de su amiga Inge Wolf.

Felice, a pesar la precaria y complicada situación que estaba viviendo, no iba a quedarse de brazos cruzados, ni mucho menos iba a limitarse a cambiarse de hogar cada cierto tiempo. Pronto, nuestra protagonista, iba a buscarse una ocupación relacionada con su deseada profesión, la de periodista, concretamente trabajando en medios de comunicación de marcado carácter nazi, ya que pensaba que ahí, haciéndose pasar por una nazi acérrima más, es donde estaría más segura. ¿Se puede ser más valiente? En mi opinión, creo que no.

Felice Schrader era su nueva identidad, sobre todo de cara a sus compañeros de trabajo. De su día a día trabajando en aquel medio de comunicación obtenía información de primera mano del bando contrario al que ella pertenecía. Datos y curiosidades que le resultaban muy valiosas y gracias a las cuales pudo salvar la vida de numerosos judíos. Un resultado este que, para ella, compensaba el riesgo tan grande que debería de pagar si hubiese sido trágicamente descubierta.

Pero, por si Felice no tenía suficiente con ser judía en un mundo que los perseguía y asesinaba, su orientación sexual iba a ponerla, aún más si cabe, en el punto de mira de unos enemigos que, aunque castigaban la homosexualidad, se obcecaban, sobre todo, con los homosexuales varones; una circunstancia que dio a nuestra protagonista alas —haciendo gala, de nuevo, de su valentía— para poder vivir su lesbianismo de una manera totalmente natural.


Felice en una de las casas donde se ocultaba por temporadas.

Estos son los antecedentes de ambas protagonistas, dos vidas paralelas, de lo más dispares, que se cruzarán, para siempre, en 1942 gracias a la figura de una tercera, Inge Wolf, íntima amiga —algunos afirman que incluso amante— de Felice, con quien esta última vivía por aquel entonces, como he adelantado en párrafos anteriores.

Inge Wolf, a sus veintiún años, debía darse prisa por encontrar una casa en la que hacer el año obligatorio de enseñanza doméstica para menores de veinticinco años que había implantado el nazismo en 1938. Sin embargo, Inge no acababa de encontrar un hogar donde se sintiese cómoda, puesto que a todas las casas donde acudía, lo primero que escuchaba cuando las señoras de las casas abrían sus puertas era “Heil Hitler”, y ella, que no comulgaba para nada con las ideas del régimen nazi, ante ello, se disculpaba con educación y se marchaba hacia la siguiente puerta con cada vez menos esperanzas de encontrar una familia que fuera algo imparcial en cuanto a política se refiere.


En medio de su incansable búsqueda llegó al hogar de los Wust, donde Inge se llevaría una grata sorpresa cuando Lilly, al abrirle la puerta, la saluda con un inesperado “buenos días”. Es entonces cuando Wolf cree que ha encontrado la casa ideal para realizar sus servicios, llegando a firmar, casi de inmediato el contrato que así lo formalizaba. 

Pero, para su sorpresa, al marcharse, justo antes de salir del piso familiar, ve un busto de Hitler, dándose cuenta de que, a pesar de la calurosa bienvenida, va a comenzar a trabajar, igualmente, para una familia radicalmente nazi.

Ya no podía echarse atrás, puesto que, si lo hacía, seria investigada y pondría en peligro a la judía que ella misma escondía en su casa, nuestra Felice Schragenheim.

Durante el tiempo en que duró los trabajos obligatorios que Inge debía realizar en casa de Lilly Wust, ambas tuvieron una buena relación, aunque Lilly tuviese una mejor concepción de Inge que esta última de su maestra del hogar, quién no perdía oportunidad de hacer comentarios a favor del régimen nazi e, incluso, directamente en contra de los judíos, a quienes no solo culpaba de la guerra, sino que, además, afirmaba fervientemente que podía, incluso, poder olerlos.

Fue entonces cuando Inge decidió comprobar a ver si era real que la señora Wust podía reconocer, a través de su olfato, a los judíos; presentándole, en concreto, a la judía que ella misma escondía en su casa, conociéndose así nuestras dos protagonistas de hoy.

El primer encuentro entre ambas tuvo lugar el 27 de noviembre de 1942, a las 3 de la tarde, en el Café Berlín, y la química entre ambas comenzó a brillar desde el momento que sus miradas se cruzaron. Lilly se quedó maravillada con la joven morena y elegante que acaba de presentarle Inge. Una mujer esbelta, a quién no podía dejar de mirar sus largas piernas envueltas en preciosas medias de seda, totalmente embelesada por el tono de voz con el que Felice se dirigía —intencionadamente— a ella.

La velada duró apenas una hora, y ambas se despidieron no sin antes, Felice ofrecerle a Lilly, una manzana como regalo de despedida, un presente que Wust no rechazó y que bien podía simular el momento en el que Adán cae rendido ante Eva, mordiendo su pecaminosa manzana. 


Imagen de la película "Aimée y Jaguar" que recrea la entrega de la manzana.


A partir de entonces, Felice, totalmente interesada en seguir conociendo más a aquella nazi que, ya entonces, comenzaba a despertar sentimientos en ella, comienza a recoger a su amiga Inge al finalizar su jornada laboral en casa de los Wust, esperándola, en un principio, frente a la puerta del hogar familiar hasta que Lilly, al ser consciente de ello, la invita a subir con la excusa de no estar expuesta a las inclemencias meteorológica mientras ésta esperaba a su amiga.

Y así, poco a poco, días tras día, su unión va haciéndose cada vez más fuerte, incorporando, además, nuevas amistades a este recién reunido trío de, en principio, amigas.

Pronto, la casa de los Wust iba a convertirse en un lugar de reunión para las diferentes amigas de Inge y Felice, algo que hacía muy feliz a Lilly y, sobre todo, a su marido, quién veía a su esposa más animada que nunca y más despreocupada, también, de sus escarceos y, en concreto, de su relación —más seria que el resto—con su amante predilecta, Liesl.

Pero, a pesar de que el círculo afectivo no paraba de crecer, tampoco mermaban los intentos, por parte de Felice, de cortejar a la señora de la casa. Llamadas diarias, cumplidos cada vez más explícitos e, incluso, regalos de ramos de flores fueron alguna de las atenciones que Felice tenía de manera continuada con Lilly y que a esta le tenían cada vez más entregada a esta incipiente relación.

Poco después, se celebró una cena en casa de los Wust donde compartió mesa el matrimonio con Inge y Felice. Una cita en la que nada saldría como cabría esperar. Mientras Inge y Günter charlaban en la sala de estar, Lilly y Felice lavan los platos en la cocina. Entonces, Lilly recuerda haber dejado un vaso en la salita y, cuando acude a por él, es testigo de un beso entre su marido e Inge, lo que la descoloca resguardándose de tan desagradable escena de nuevo en la cocina, donde la esperaba Felice.

Lilly, aún conmocionada por tal descubrimiento, estaba secando una taza de café cuando Felice la agarra del brazo, atrayéndola hacía sí misma para intentar besarla. Pero Lilly es más rápida y, asustada ante tal atrevimiento, se aparta, golpeando a Felice, quien pronto se disculpa y le pide que, al menos, sigan siendo amigas.

Y así sería hasta que Felice, un mes después, decidió viajar a los montes Altvater para visitar a unos amigos. Sería entonces el tiempo más largo en que ambas mujeres estarían separadas desde que se conocen y ambas acuerdan que, al menos, se escribirán para sobre llevar, de la mejor manera posible, la distancia que las iba a separar.

Y así hace Felice, escribirle sin parar numerosas cartas a Lilly en las cuales no solo le cuenta a lo que dedica sus días, o le describe los paisajes que tiene la suerte de disfrutar, sino también le deja patente lo mucho que la echa de menos, la de veces que sueña con ella o lo que desea su reencuentro.

Sin embargo, este encuentro tardaría algo más de lo esperado tras Lilly ingresar en un hospital de Berlín debido a una infección de mandíbula de la que sería operada de urgencia a causa de dichas dolencias.

Unos días más tarde, Felice vuelve a Berlín dirigiéndose, antes que a ningún otro sitio, al hospital donde estaba ingresada su amiga con la intención, no solo de verla, sino también de agasajarla con un regalo muy especial, un ramo de rosas rojas. Lilly, al ver aparecer a Felice con semejante presente no puede evitar romper en llanto, lo que precipita, a su vez, que Felice se lancé a arroparla con un intenso abrazo.  

Las visitas de Felice a Lilly se convierten en citas diarias. Una de aquellas jornadas, justo antes de que Felice se marchara, Lilly deposita en la chaqueta de su amiga una nota en la que, por fin, iba a dejar más que claros sus sentimientos. Esta era, a priori, una lista en la que señalaba todo lo que quería que la otra le trajese al hospital al día siguiente. Sin embargo, aunque esta pudiese parecer una simple nota, escondía una declaración de amor en toda regla. Esta lista rezaba lo siguiente:

    • Crema.
    • Tu pañuelo.
    • Postales.
    • Por fin tu amor para mi sola.
    • Hilo y aguja.

Ante semejante declaración de amor, Felice, en días posteriores, contesta lo siguiente:

Oye…

Me gustaría regalarte tantas cosas,

Y continuamente pensar en una sola:

¡en ti!

Me gustaría encontrar estrellas

¡para ti y para mí!

¿Debo explicarlo?

Te amo. 

 

Y así se suceden un sinfín de cartas y declaraciones amorosas tan bonitas como la que le hace Lilly en otra ocasión y que reproduzco a continuación: “Felice (…) sueño sencillamente con una felicidad indecible. Pero no quiero limitarme a soñar, quiero vivir, Felice, vivir, vivir contigo”.

Tras este cruce de intenciones, Felice, días más tarde, se presenta de nuevo en el hospital y ambas, embriagadas por sus sentimientos ya imposibles de controlar, se funden en un beso que confirma todo lo que la una siente por la otra, llenándose, ambas, de una gran felicidad.

El 2 de abril de 1943, Lilly es dada de alta, por lo que vuelve a su casa, esta vez, acompañada por Felice, quien se quedará en el hogar familiar por las noches para seguir ofreciéndole todos los cuidados que la señora necesite.  Cabe recordar que Inge estaba en casa durante el día y que su marido estaba en el frente, por lo que la pareja podía disfrutar entonces de cierta intimidad. Y es durante aquella primera noche en la que ambas, ya totalmente enamoradas, consumarán su bonita, y recién estrenada, historia de amor.

Escena de la película "Aimée y Jaguar" en la que ambas protagonistas disfrutan de su felicidad.

A partir de entonces, ambas comienzan a vivir su relación sin ocultarse en absoluto, siendo rara la noche que Felice no durmiese junto a su amada y raro el día que ambas no paseasen juntas su amor por la ciudad. Incluso no tardarían en vivir definitivamente juntas, trasladándose Felice a casa de los Wust prácticamente de inmediato. Momento a partir del cual Lilly comienza a plantearle a su marido su deseado divorcio. Para ella ya ni si quiera tiene sentido el guardar las apariencias, puesto que hacía mucho tiempo no compartían absolutamente nada, pero él, en un primer momento, se niega en rotundo a ello.

Y aunque estaban viviendo, la que sería su etapa más feliz hasta el momento, con la convivencia también llegaría la desconfianza. Felice comenzó entonces a ausentarse varios días alegando que debía realizar “viajes de negocios”, unos viajes de los que no informa a Lilly ni de con quién va ni donde se encuentra, algo que a esta última pone extremadamente celosa e inquieta. Hasta que una noche no aguanta más y pide a su amada explicaciones sobre sus ausencias si quiere que sigan juntas. Lilly le argumenta que se está jugando mucho en su relación y que, lo mínimo que esta se merece es que le cuente la verdad y sea totalmente trasparente con ella.

Ante estos motivos de peso, a Felice no le queda más remedio que confesarle la verdad, que era judía y que, sus ausencias injustificadas eran porque se escapaba a ayudar a la resistencia en tareas de lo más dispares, con el único objetivo de ayudar a su comunidad, la judía.

Lilly, tras esta dura confesión, se queda paralizada, pero más que por saber que su amada era judía, se queda petrificada porque es consciente, por primera vez, del riesgo que corre la persona a la que ama. Ese es el único sentimiento nuevo que recorre el alma de Lilly, el miedo a su pérdida, ya que su amor por Felice no iba disminuir lo más mínimo ante su confesión, todo lo contrario, aquello solo sirvió para darle aún más alas para seguir dando pasos con el único objetivo de formalizar, todo lo que pudiera, su relación con su Jaguar, que era como ella llamaba cariñosamente a Felice.

Aimée, a partir de entonces, no solo insistió e insistió hasta que consiguió el divorcio de su marido, sino que, además, hizo participes a sus padres de quien iba a ser su nueva pareja y cuál era su condición, tanto religiosa como su orientación sexual, por supuesto. Una noticia que sus progenitores, tras un sobresalto inicial, aceptaron y respetaron de manera ejemplar.

Todo les estaba saliendo realmente bien a la nueva pareja. La familia de Lilly incluyó en su ámbito más privado a Felice con una gran generosidad; su ex marido, por su parte, tras unos meses convulsos, también tuvo una actitud de lo más positiva hacia la pareja y la relación con los pequeños Wust también era bastante buena. Todo estaba saliendo a pedir de boca, no podían ser más dichosas que entonces.

Es en junio de 1943 cuando tiene lugar, para mí, una de las declaraciones de amor más bonitas de todas las que se suceden entre la pareja: el momento en el que Aimée —como Felice llamaba cariñosamente a Lilly— escribe un contrato matrimonial a su Jaguar, el cual decía lo siguiente:

Te amaré ilimitadamente,

Te seré siempre fiel,

Cuidaré el orden y la limpieza,

Seré dirigente para ti y los niños y para mí.

Muy ahorradora cuando haga falta,

Generosa en todas las cosas,

¡Y confiaré en ti!

Lo mío debe ser tuyo;

Siempre estaré a tu disposición”.

Felice se queda maravillada ante tal muestra de amor y contesta con otra, aún más romántica si cabe, la cual cito a continuación:

“En nombre de todos los dioses, santos y mascotas competentes, me comprometo a los 10 puntos siguientes y espero que todos los dioses, santos y mascotas competentes sean clementes conmigo y me ayuden a cumplir mi palabra:

  1. Te amaré siempre.
  2. Nunca te dejaré sola.
  3. Lo haré todo para que seas feliz.
  4. Cuidaré, en la medida que permitan las circunstancias, de ti y de los niños.
  5. No protestaré cuando tú cuides de mí.
  6. No me volveré para mirar a las muchachas bonitas: si acaso, para confirmar que tú lo eres más.
  7. Casi nunca volveré a casa tarde por la noche.
  8. Me esforzaré en rechinar los dientes muy bajitos.
  9. Te amaré siempre.
  10. Te amaré siempre”.

A estas preciosas declaraciones amorosas le sigue el regalo de unas alianzas el 2 de septiembre de 1943, tan solo diez días antes de que Lilly, de manera oficial sea considerada una mujer divorciada.

Esta luna de miel culminará con una escapada de ambas el 21 de agosto de 1944 al “Gran Ventanal”, donde el bosque deja paso a la arena que rodea al río que lo baña.

Lilly y Felice disfrutan de su día de lo más especial, ataviadas con trajes de baño y acompañadas de una cámara fotográfica con las que nos han regalado —sin ellas si quiera imaginarlo— las míticas imágenes que existen de las dos juntas en aquel pequeño paraíso donde lograron evadirse, al menos durante unas horas, de la triste y complicada situación en la que ambas estaban totalmente inmersas. Durante aquellas horas no cabía el miedo ni la incertidumbre, solo el amor. 


Foto real, tomada con temporizador, de su excursión al Gran Ventanal.


Sin embargo, esta felicidad iba a truncarse tan pronto como volviesen a la realidad. Al regresar a casa, la chica que se había quedado cuidando a los niños de Lilly, con la cara desencajada, las recibe en el porche y articula la palabra “Gestapo” en un susurro casi imperceptible a la vez que dos hombres salen detrás de ella tirando de Felice y de Lilly hacia el interior de la casa.

Una vez dentro, lo único que no consiguen probar es que Lilly supiera que Felice fuese judía y, tras un fallido intento de esta por fugarse, es inmediatamente detenida. Lo único a lo que le da tiempo a la judía antes de irse es a quitarse su alianza, dársela a Lilly y despedirse de su amada con un beso en la frente. Después, inmediatamente desaparece a manos de los agentes, dejando a Lilly totalmente destrozada.

Los días posteriores, Aimée (Lilly) y sus amigas, se centraron en descubrir el paradero de Jaguar (Felice). Tras jornadas de frenética actividad, gracias a algunos contactos, le facilitaron donde tenían a Felice recluida, en el Hospital Judío de Berlín, donde, ni corta ni perezosa, se presentó Lilly, consiguiendo ver a su amada en varias ocasiones, llevándole ropa y comida para que esta sobrellevara su situación de la mejor manera posible. Incluso en una de sus visitas, Aimée pudo llevarle a sus hijos, lo que llenó de dicha a su pequeño Jaguar.

Solo una visita más, después de la familiar, fue de la que pudo disfrutar Lilly gracias a sus contactos, siendo el último día en que Aimée viera con vida a Jaguar el 7 de septiembre de 1944, tan solo 24 horas antes del traslado de Felice al gueto de Theresienstadt.


Foto real de prisioneros entrando a Theresienstadt.

Sin embargo, ni aquel traslado frenaría a la enamoradísima Lilly, quien se aventuraría a acudir a las puertas del mismo a pedir, o, mejor dicho, a rogar, que le dejaran ver a su “amiga” para dejarle una maleta cargada de ropa y alimentos.

Pero nada más lejos de la realidad. El oficial de las SS que la recibe, estupefacto, le pregunta que qué estaba haciendo ahí; inquiriéndole, además, que si era consciente del peligro que corría al personarse una “aria” como ella a las puertas de un gueto para ver a una “simple judía”. Incluso le exigió que se fuera de inmediato si no quería que ella misma fuese investigada, arrestada y deportada por no tener ningún tipo de orgullo de raza por mezclarse con judíos, algo que, además, estaba totalmente prohibido.

Lilly, entre lágrimas, decide volver a casa, donde días más tarde volvería a recibir un varapalo aún mayor. Y es que, tras su frustrada visitita, Felice iba a ser trasladada de nuevo, esta vez al infierno sobre la tierra, a Auschwitz-Birkenau, una deportación que se hizo efectiva el 9 de octubre de 1944.


Foto real de presas en Auschwitz-Birkenau tras pasar la "desinfección".

A pesar de que, ni en Theresienstadt primero, ni en Auschwitz-Birkenau después, pudieron verse, lo que sí que no faltó fueron las continuas cartas que se mandaban entre ellas cada vez que tenían la oportunidad. Una correspondencia donde ambas se decían lo que se echaban de menos, lo que les dolía esta situación y como ambas soñaban con un inminente reencuentro ante los avances galopantes de las tropas aliadas.

Sin duda, una de mis cartas favoritas de las enviadas entre la pareja es la siguiente, mandada por Felice a Lilly tras enterarse que esta se personó ante las puertas del gueto de Theresienstadt. La presente reza lo siguiente:

Mi amadísimo cachorro, apenas el Jaguar vuelve la espalda empiezas a hacer cosas tan salvajes que el cazador ya le interroga sobre ti y el pobre Jaguar ya no puede dormir por las noches. El noble Jaguar lo ha pasado muy mal y ha perdido mucha parte de su belleza (…) ¿Me quieres, aunque tenga las orejas gachas y una sombra en el pulmón? (…) Te abrazo y te beso 199.000 veces. Tu Jaguar”.


Diario de Lilly en el que se conservan fotos y cartas de la pareja.

Pocas fueron ya las cartas que le siguieron, perdiendo el contacto poco después. Lo que sí logró Felice contarle era que estaba relativamente contenta porque había contraído la escarlatina y estaba en el hospital del campo, a salvo de todos los peligros que la acechaba en los barracones, teniendo la esperanza de permanecer allí hasta la liberación del mismo. Sin embargo, sus deseos se vieron frustrados al curarse antes de lo previsto y volver al campo, momento en el que perdieron, definitivamente toda comunicación en diciembre de 1944.

En una de las últimas cartas enviadas por Lilly, cuando ya apenas tenía noticias de su Jaguar, Aimée le suplicaba, por si alguna vez podría leerla, lo siguiente:

Mi Jaguar…

(…) No puedo vivir sin ti, es imposible.

Por eso te suplico que no pierdas el valor, te lo suplico un millón de veces, ten fe en un reencuentro. Es lo único que ahora puede hacernos soportable la vida.

(…) Tu persona amada, y siempre tu gatita, Aimée.

Los meses que siguieron fueron muy duros para ambas. Para Lilly, por tener que vivir sin conocer el paradero de Felice y, para esta última, por tener que sufrir el infierno que suponía vivir en Auschwitz-Birkenau, desde donde poco después fue a parar al campo de Gross Rosen hasta que, en enero de 1945, tras el avance de las tropas aliadas, es obligada, junto a muchas de sus compañeras, a iniciar las conocidas y mortíferas marchas de la muerte, las cuales conducían a presos desde los campos de Polonia hasta los situados en el interior de Alemania. Es precisamente a lo largo de este trayecto donde se cree que Felice falleció, con tan solo 22 años, pues es donde se perdió la pista a esta joven quien tanto luchó por su libertad, en todos los sentidos de la palabra.

Durante el tiempo que duró su espera, y mientras Felice era trasladada de un campo a otro por todo el Este europeo, Lilly decidió seguir con su lucha, colaborando con la resistencia e, incluso, acogiendo y ocultando en su propia casa a otras tres judías, a las que salvó de tener el mismo destino que, desafortunadamente, tuvo su amada Jaguar.

Una vez concluida la guerra, y tras haber pasado un tiempo prudencial en el que ni Lilly ni la familia de Felice ni sus amigas pararon de buscarla o de intentar localizar cualquier tipo de información sobre su paradero, Lilly tuvo que rendirse ante la evidencia, Felice jamás iba a regresar. Una constancia que la iba a dejar totalmente devastada, sumida en una tristeza y depresión tan profunda que la llevó a intentar, en dos ocasiones, quitarse la vida.

Tras sobrevivir a ambos intentos, Aimée se acercó más que nunca al judaísmo, incluso inscribió a sus hijos en colegios judíos, inculcándoles así esta religión. Llama la atención que uno de ellos llegó a convertirse al judaísmo, trasladándose a vivir definitivamente a Israel.

Lilly, por su parte, volvería contraer matrimonio años más tarde. Un enlace que no le hizo en absoluto feliz, pero del que no era capaz de escapar. Dos separaciones, con un segundo matrimonio incluido tuvieron que pasar para que Lilly se separara de aquel hombre para siempre.  

Tras esta convulsa etapa vital, Lilly decide mudarse a un piso cercano al de sus padres, donde viviría el resto de su vida.

Ya en 1981, Lilly recibe la Cruz Federal del Mérito por haber escondido en su casa a cuatro judías, de las cuales tres lograron sobrevivir, gracias a ella, a la guerra. La cuarta perecería víctima del Holocausto, esta no era otra que nuestro ángel, Felice.

Cuatro años más tarde, en 1985, fue cuando Lilly decidió contar todas sus vivencias a un periodista norteamericano, quien fue el primero de muchos, en difundir esta inolvidable y trágica historia de amor.


Lilly Wust recordando su historia de amor con su Jaguar.

Una historia, la de Aimée y Jaguar llena de amor, de superación, de empuje, de valentía y que, aunque tuviese un final triste, que me dejó descorazonada la primera vez que la leí, es la historia de dos mujeres valientes que lucharon por su amor contra religiones, ideales, convenciones y, sobre todo, contra un régimen que las perseguía por ser, en el caso de Felice, judía y en el caso de ambas homosexuales.


Hasta siempre, Aimée y Jaguar, gracias por demostrarnos que
el amor, de lo único que entiende, es de AMOR.

Como siempre, aunque esta vez más emocionada que nunca, os dejo una serie de recursos adicionales para conocer de manera más extensa esta apasionante historia. Os prometo, con total sinceridad, que vale la pena. Nos vemos muy prontito en una nueva entrega del diario de Ro, que prometo volver con la misma actividad que antes tras una época un poco convulsa.

 Y, de verdad, gracias por estar ahí, justo al otro lado de la pantalla.

Recursos adicionales:

Libro: Fischer, E., & Giralt Gorina, P. (Eds.). (1994). Aimée y Jaguar. Una historia de amor en Berlín, 1943. Austral.

Película: Färberböck, Max. (1999). Aimée y Jaguar. Senator Film Produktion, Günter Rohrbach Production: Alemania.

Documental: Love Story Berlin 1942- English. (2015, 13 abril). [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=DySvcj3wZU4.

-  Video resumen Youtube: la historia de amor que me tatué | Aimée y Jaguar. (2020, 11 junio). [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=BlFXdCRXsWg.