De la literatura al cine. ¿El libro o película?


Anoche, tras varios días deseando que llegara el momento, vi “Fuimos Canciones”, la película basada en la famosa bilogía “Canciones y Recuerdos” escrita por Elisabeth Benavent. Y tras su visionado, en mi cabeza solo se repetía una misma pregunta, ¿qué está pasando con las adaptaciones literarias llevadas al cine?


Si bien el debate “libro o película está presente desde siempre, lo que también es cierto es que, si echamos la vista atrás, hay adaptaciones muy buenas, un hecho que constata que, efectivamente, es algo que se puede conseguir. Entonces, ¿por qué continuamente nos enfrentamos a ciertos proyectos cinematográficos basados en libros que acaban resultando decepcionantes?


Para ser justos, debemos ser conscientes de las abismales diferencias que existen, a todos los niveles, entre los libros y las películas. Creo que nadie ignora que ambos géneros tienen lenguajes totalmente diferentes. Que mientras los libros utilizan la palabra para que el lector cree su propia historia en lo más profundo de su imaginario, el cine utiliza las imágenes para captar su atención y emocionarlo, ofreciéndole todo en bandeja, sin dejar espacio para la imaginación.


Otro factor a tener en cuenta, es que debemos ser conscientes de otros aspectos radicalmente diferentes entre ambas disciplinas artísticas como lo es la libertad de duración que tienen los libros, algo de lo que carecen totalmente las películas, debiéndose adaptar —estas últimas— a un tiempo bastante más reducido, controlado y cerrado.


Al final, una adaptación no es más que sintetizar, dentro de unos márgenes concretos, centenares de páginas que compone una determinada obra literaria. Y sintetizar —para que todos nos entendamos— significa resumir. Resumir el tiempo, resumir personajes, resumir tramas, resumir localizaciones, etc. Y justo ahí, en la manera en que todo esto se sintetice, radica el resultado final de la adaptación en cuestión.


Otro hecho incontestable es que, las adaptaciones nunca van a ser un calco de su homónimo literario. Una verdad universal que debe convivir con que el lector, por su parte, siempre va a buscar ciertos matices que le hagan reconocer, en la película de la que está disfrutando, al libro en el que esta afirma que se sustenta.


Seguramente, la clave esté en buscar el equilibrio, en realizar una buena síntesis narrativa manteniendo el espíritu de la obra y, como no podía ser de otra manera, el de su autor. Y se puede conseguir, a la vista está que existen muchos ejemplos que avalan esta afirmación.


Y ahora, tras esta breve introducción, voy a llevar la teoría que acabo de exponer a la práctica, analizando la adaptación de “Fuimos Canciones”, haciéndolo desde el respeto y siempre bajo mi humilde opinión. Y lo haré poniendo ejemplos también de otras adaptaciones llevadas a la pantalla, con mayor o menor acierto, para enriquecer —y complementar— los argumentos que aquí exponga.


Sin duda, nada me gustaría más que me comentarais vuestros propios ejemplos y que intercambiáramos opiniones sobre lo que aquí analice o comente.


Sin más dilación, le doy al play… ¡y que comience la película!


 Fuimos Canciones” VS bilogía “Canciones y Recuerdos”:


Fuimos Canciones” se estrenó en Netflix el pasado día 29. Momento desde el cual estaba deseando crear el momento preciso para poder disfrutarla.


Fuimos Canciones” y “Seremos Recuerdos” son dos libros que, como ya he comentado al inicio de este post, forman parte de una bilogía escrita por Elisabeth Benavent. Una de mis favoritas —por cierto— de todas las escritas hasta el momento por la autora. Por lo que, cuando anunciaron que Netflix daría vida a sus páginas no me pudo hacer más ilusión.


Sin embargo, a medida que iba conociéndose más información sobre el proyecto, la incertidumbre comenzaba a ganar terreno a la emoción. Iban a condensar los dos libros en una sola película. Si ya de por sí es complicado adaptar un libro al metraje cinematográfico… ¿Cómo iban a conseguir un resultado decente sintetizando dos libros? No sabía cómo podía salir todo aquello.


Y, de hecho, nada más lejos de la realidad, el resultado —para mí— puede resumirse en un sí, pero no. Pero comencemos por el principio. ¿De qué va “Fuimos Canciones” y “Seremos Recuerdos”? Pues bien, a grandes rasgos, va de una pareja de ex novios —Macarena y Leo— que se detestan y que se vuelven a encontrar después de varios años separados. Con un gran aliciente añadido, ahora Leo reaparece como pareja de una amiga de Maca —Raquel— que, para más inri, le está ayudando a encontrar otro empleo.


Macarena —la protagonista— trabaja para Pipa, una influencer bastante tirana que la trata entre mal y peor, y que no desaprovecha ni la más mínima oportunidad para ningunearla.


Completan el elenco de personajes las dos amigas de Macarena —Jimena y Adriana— las cuales deberán lidiar con sus propios problemas y conflictos personales.


La familia de Netflix, encargada de dar vida a estos libros, tenían un material más que jugoso entre sus manos. ¿Por qué?, pues porque tenían a su alcance diferentes tramas, muy entretenidas y originales, que llevar a la pantalla. Las cuales, para mí todas se han quedado en, lo que denominé anteriormente, “un sí, pero no”, “un quiero y no puedo” en toda regla que te deja con una sensación de haber sido testigo de todas estas historias solo a medias.


Es más, me atrevería a decir, que quien no se haya leído los libros puede ser que ni llegue a comprender la mayoría de las tramas. Y qué pena.  Pero bueno, vayamos por partes:


El sí, pero no de Maca y Leo.




Si algo caracteriza a la historia de Maca y Leo en los libros es que es realmente divertida.


Tras su reencuentro tras años sin verse, ambos aún siguen llenos de rencor. Por lo que desde el mismo instante en que vuelven a verse las caras, ninguno de los dos escatima en hacerse desplantes y jugarretas, a cada cual más cómico y exagerado que el anterior.


Unos “piques” que en el libro hacen que no pares de reír y que en la peli solo los reflejan en la corona de flores de difuntos que Leo manda a Maca y en la intrusión de ella en las clases que el imparte en la universidad, boicoteándolas por completo.


Dos ejemplos que han extrapolado a la pantalla sin apenas justificación. Hasta a mí, que me he leído los libros, me rechinó el momento en el que ella recibe la corona fúnebre, sin prácticamente recibir —el espectador— ningún tipo de contextualización.


Lo cierto es que —en la película— todo sucede demasiado rápido, sin digerir los diferentes sentimientos que van pasando por la mente y el corazón de los protagonistas. Hasta que, de manera igual de instantánea llega su reconciliación.


En este punto quiero alabar la gran actuación de María Valverde. Una Maca totalmente aceptable que te hace sentir su desatino y su inseguridad ante todo lo que está sintiendo. Sin embargo, el papel de Álex González como Leo me parece que se queda en un segundo plano demasiado discreto.




Me quedé toda la película esperando a que apareciera el Leo combativo, el Leo enfadado, el Leo rencoroso y vanidoso, el Leo cómico, y el Leo enamorado… No sé, me quedé esperando a ver si aparecía el Leo de verdad.




De ahí a este primer sí, pero no. Sí, Maca y Leo en el libro también se llevaban como el perro y el gato, pero la representación de ello que han llevado a cabo en la película apenas goza de fuerza visual y los sketches que utilizan para ilustrar esta trama me parecen forzados y totalmente insuficientes.


El sí, pero no de Pipa.





Pipa es el antagonista ideal para un personaje sensible, sincero, humilde, trabajador y bueno como el de Maca. Esta influencer —y jefa de la protagonista— es una chica bastante superficial cuya vida solo tiene sentido si gira alrededor de sus followers.


Este personaje —interpretado bastante bien por Miriam Pérez-Cabrero— me recuerda bastante —el que dibujan en la película—, al personaje de Miranda del Diablo Viste de Prada. De igual manera que lo hace Miranda, Pipa exige a Maca que calce tacones, que no coma si ella no come o que cumpla una serie de rasgos estilísticos que no la avergüencen de cara a la galería.


Pero me falta mucho de la Pipa de verdad. Y de la dualidad que siente Maca en su relación con ella. Porque, por cosas que sabe la protagonista de la vida de su odiosa jefa, al final, siente por ella incluso lástima.


Otro sí, pero no, ya que faltan muchas escenas graciosas que suceden entre ambas. Mención especial me merece el gran vacío al que condenan el viaje de ambas a Milán. Y la escena tan fría y floja en la que Maca por fin despierta y deja en la estacada a la que, hasta el momento, había sido su jefa. 


Por cierto, también me quedé esperando a que, por lo menos, mencionaran algo de la reflexión que hace Pipa tiempo después de que Macarena la abandonara. Y cómo reaccionó y actuó en consecuencia ante este hecho.


Y es que este es uno de los problemas principales que, a mi parecer, tiene la película, que no muestra en absoluto la evolución y el crecimiento de unos personajes que se antojan, en el film, totalmente planos y faltos de esencia propia.


El sí, pero no de Jimena:




Si algo caracteriza a las historias de Elisabeth Benavent, es que la protagonista casi siempre está rodeada de un grupo de amigas que, a su vez, también suelen tener sus propias tramas que resolver.


En esta ocasión, a diferencia de lo que sucedía en Valeria, Maca tiene dos mejores amigas —y no tres— cuyas tramas no me pueden parecer más acertadas, dotando a estos dos personajes de un crecimiento personal de lo más interesante. En el libro, claro. Porque lo que es en la película vuelven a quedarse ambas historias a medio gas.


Centrándome primero en el sí, pero no de Jimena, me ha dado mucha pena como se trata en la peli su hilo argumental. Este personaje, en el libro, lleva la friolera de once años sin superar la muerte de su primer amor, quien falleció de manera precipitada dejando un gran vacío en ella que no es capaz de llenar.


Jimena, que ya de por sí era una persona bastante mística y que creía mucho en temas astrales, tras la muerte de Santiago, todo esto se acrecentó hasta el punto de creer que lo veía a él reencarnado en otros chicos.


Con esta historia, lo que la escritora quería reflejar es cómo cuesta —quizás, a veces demasiado— dejar atrás, avanzar sin personas con las que no creíamos que tendríamos que hacerlo nunca. Pero la vida impone y dispone, y a veces hay que hacerlo, aunque duela.


Y en esas está Jimena cuando, en medio de una quedada con las chicas, se cruza con Samuel, un chico del que se enamora al instante al reconocer en él los gustos de su difunto novio. A partir de entonces comienza una persecución simpatiquísima de ella hacía él, hasta que consigue no solo cita con su nuevo terapeuta —ya que Samuel resultó ser fisio—, sino que, al final consigue enamorarlo y que comiencen una relación.


Pero la cosa se tuerce y tanto Maca, como Adriana, contratan a un actor para que se haga pasar por el fallecido Santiago con el objetivo de que este se despida de Jimena y así ella pudiese avanzar con su vida sin buscar continuamente la sombra de él como refugio.


Con lo que no contaban las chicas era con que el actor se acabase enamorando de Jimena y que, en un ataque de sinceridad y de deseo de poder estar con ella sin fingir ser otra persona, le confiesa la verdad. Una verdad que precipitará la ruptura y la vuelta de Jimena con el chico de quién verdaderamente estaba enamorada, Samuel —el fisioterapeuta—.


Una historia preciosa de superación, la que cuenta Beta en sus libros, a través del crecimiento y evolución de Jimena. Una trama que queda totalmente desdibujada en la película —a pesar de los esfuerzos de la actriz, Elisabeth Casanovas—  donde apenas se entiende el comportamiento de esta, siendo imposible que el público pueda interiorizar, y entender, la situación personal con la que lidia Jimena y el por qué actúa de la manera en que lo hace. Una verdadera lástima.  


El sí, pero no de Adriana:




Con esta película tenían la oportunidad de resarcir el tremendo fallo que cometieron al hacer lo que hicieron con el personaje de Nerea en la serie Valeria. La historia del descubrimiento de la sexualidad de Ariadna, esta vez, sí que era real. Quiero decir, que sí que salía tal cual en el libro. No como la invención totalmente impuesta y forzada de la orientación sexual de Nerea.

 

Lo tenían todo en su mano para hablar de homosexualidad, haciéndolo con una trama original y desarrollada con una naturalidad difícil de encontrar en otras series. Y, aun así, para mí, han desperdiciado esta gran oportunidad.


Adriana llevaba casada varios años con su marido ejemplar. Sin embargo, la pasión en su matrimonio brilla por su ausencia, algo que ella achaca a su asexualidad. Sin embargo, en uno de sus múltiples intentos por reavivar su vida sexual dentro de su matrimonio, Adriana decide “regalarle” a su marido hacer un trío cuyo tercer miembro sería una chica…


Quién le iba a decir a Adriana que Julia —que así se llama la tercera en discordia— no solo le enseñaría que no era precisamente asexual, sino que lo que le ocurría era que no conocía su verdadera relación sexual.


A partir de realizar el trío, cada vez la relación entre ambas iba creciendo. Adriana cada vez siente más la necesidad de acercarse a Julia, hasta que comienza una relación paralela con ella a espaldas de su marido.


Y esto es precisamente lo que la serie no refleja, el sufrimiento, la dualidad y hasta el sentimiento de culpa, que siente Adriana —a quién da vida Susana Abaitua— ante los sentimientos que está descubriendo que siente.


 A menudo se suele frivolizar con frases como “anda mira, ahora se ha hecho lesbiana” —como de hecho hace su marido cuando esta, harta de fingir, se lo cuenta todo—. Sin embargo, en lo que no se profundiza, es en el conflicto interior que se genera en la persona una vez se da cuenta de que lo que creía una verdad universal solo había sido una equivocación. Todo ello lleva un proceso interno de aceptación nada fácil, incluso de negación en la mayoría de los casos, y eso le pasó en un principio a Adriana, hasta que esta decide ser feliz pisoteando todos sus miedos. Y eso, en la peli, apenas se intuye.


Me faltó también la escena donde su marido, cuando Adriana le confiesa que es lesbiana, la humilla, la repudia y hasta le echa de casa, demostrándole todo el asco que siente ante el hecho de que su mujer se haya enamorado de otra chica.


Y extraño esta escena porque me parecería una metáfora muy buena de la repudia que aún hoy la sociedad siente —afortunadamente, cada vez menos— hacia este colectivo. Y me parece que es todo un ejemplo positivo que, ante esto, Adriana, en vez de acobardarse, decide continuar, con la cabeza bien alta, con el nuevo camino que ha escogido.


Torpe es como me parece que han tratado este tema que, como en el caso de la trama de Jimena, creo que los han abordado únicamente de puntillas.


Todos estos argumentos me llevan a una única conclusión. Sí, la película se basa en los libros, y sí, el film aborda absolutamente todas las tramas que salen en los mismos, pero sin llegar a profundizar en ninguno y evitando así que el espectador llegue a empatizar—de manera completa — con sus personajes.


Muy acertado son, por su parte, los mensajes que intenta transmitir y los temas que trata de abordar —como el perdón, el amor sano, el amor propio, la libertad sexual, y el saber desprendernos de lo que nos duele—. Sin embargo, al quedarse solo en la espuma del mar, evitan que esos mensajes, realmente, lleguen a calar.




¿Con qué me quedo entonces? ¿con los libros o con la peli? Sin lugar a dudas con los libros. De verdad, de esta autora, junto con el de “Mi Isla” son —para mí—  los más recomendables, amenos, graciosos, originales, sentimentales y mágicos de todos los que ha escrito ya Elisabeth Benavent. Y no son pocos.


No quiero acabar con este mal sabor de boca. Hay esperanza, no todo está perdido en cuanto a adaptaciones literarias se refiere. Hay claros ejemplos de que, en las manos adecuadas, el llevar la literatura al cine puede salir bien. La película de “Orgullo y Prejuicio” dirigida por Joe Wright es uno de ellos. Una adaptación exquisita del clásico del mismo nombre escrito por mi venerada Jane Austen. Pero este análisis bien necesitaría otra entrada, que sin duda llegará.


Y mientras lo hace, me despido con una de mis frases favoritas de “Fuimos Canciones” y “Seremos Recuerdos”, una bilogía que, a pesar de su película, los libros merecen demasiado la pena…


Porque a veces lo que fuimos da sentido a lo que de verdad somos




Espero que os haya gustado y me comentéis qué pensáis sobre el eterno debate de las adaptaciones literarias, así como cuáles han sido vuestras favoritas o cuáles son las que más os han decepcionado.


Gracias, una vez más, por estar ahí. Nos vemos de nuevo muy pronto buceando por las páginas del “diario de Ro”


*Breve reseña de fotos:

  • Todas las imágenes que he utilizado en este post las he obtenido de la cuenta de Instagram de Netflix. 
  • Excepto la imagen de los libros originales, escritos por Elisabeth Benavent, que la he obtenido de la cuenta de Instagram @lascoquetasdebeta4.