Irena Sendler. El ángel de Varsovia.



La segunda protagonista del programa de radio que estoy llevando a cabo con Radio Sefarad, mujeres en la Shoá: ángeles y demonios, es, precisamente, la conocida como “el ángel de Varsovia”. Ella es Irena Sendler.


Un título más que merecido si tenemos en cuenta que salvó de la muerte a más de 2500 niños. Pero no quiero anticiparme, para conocer a esta heroína de la segunda guerra mundial, y comprender su arrojo y valentía debemos conocer su historia.


Irena Sendler nació el 15 de febrero de 1910, en Varsovia, Polonia, en el seno de una familia bastante acomodada. 


Su padre, médico de profesión, por aquel entonces,  era un acérrimo defensor de la comunidad judía, la cual comenzaba a ver mermados sus derechos y su situación, a todos los niveles, en el país polaco.


Mientras infinidad de profesionales de la medicina comenzaban a negarse a atender a este colectivo, Stanisław Krzyżanowski —padre Irena—, no solo los continuaba atendiendo, sino que, además, les ayudaba en todo lo que estuviese en su mano.


Una ayuda —la ofrecida por Krzyżanowski— que sus beneficiarios decidirían corresponder pagándole los estudios a Irena una vez fallecido, por tifus, este gran médico polaco. Gracias a este gesto, Irena pudo dedicarse a lo que siempre había deseado, la enfermería.


La calma tensa en la que estaba sumida Polonia —y toda Europa del este— saltó por los aires en 1939, cuando Hitler invade el país polaco. Desde ese momento comienza el infierno sin precedentes que sufriría la comunidad judía.  


Por aquel entonces, Irena —de tan solo 29 años— trabajaba como enfermera en el departamento de bienestar social de Varsovia, donde se encargaba de gestionar diversos comedores sociales en los cuales no sólo proporcionaba comida sino también medicinas, ropa y, a veces, ayuda económica.


Tres años más tarde, el ejército nazi dió un paso más en el exterminio judío creando el gueto de Varsovia. Esta nueva medida consistía en cercar uno de los barrios tradicionales judíos de la ciudad y afincar entre sus muros al total de esta población. Para que nos podamos imaginar, de la manera más fiel posible esta situación, me gustaría señalar que, en el interior de este gueto convivió un 30% de la entonces población polaca en una superficie que equivalía un 2’4% del total de la superficie de la ciudad.


Imágenes reales del gueto de Varsovia



Allí vivirían miles de personas en condiciones totalmente inhumanas. Muchas familias se vieron obligadas a compartir el mismo techo con infinidad de personas que, en la mayoría de ocasiones si quiera conocían. Por no hablar de la higiene, que prácticamente no existía, la falta de alimentos, de trabajo, de dinero, etc.


Estos barrios —hubo muchísimos más en la mayoría de ciudades invadidas por los nazis— eran considerados campos de tránsito mientras las autoridades alemanas reorganizaban a los allí afincados antes de enviarlos sin remedios al que sería su destino final, cualquiera de los campos de concentración y exterminio instalados por los nazis en toda Europa.


Irena, horrorizada ante la vida a la que se condenaba a los residentes en el gueto, decide inscribirse en el consejo de ayuda a los judíos con el objetivo de poder ayudar, y colaborar, en paliar —de alguna manera— la barbarie que asolaba las calles de este nuevo barrio de la ciudad.


Imagen de la complicada situación de los judíos en el gueto de Varsovia



Sendler pudo llevar a cabo distintas actividades médicas dentro de dicho barrio ya que, los alemanes, permitían la ayuda de los polacos católicos con el único objetivo de intentar controlar las epidemias de tifus que campaban a sus anchas por aquellas maltrechas calles, evitando así contagiarse ellos mismos.


Una vez llevando a cabo allí su actividad laboral, el ángel de Varsovia, para pasar desapercibida y proteger su verdadera identidad, portaría, como el resto de ciudadanos, la estrella de David, aun siendo ella católica. Además, cambiaría su nombre original por el de Yolanda, lo que provocó que, prácticamente nadie, supiera quién era en realidad Irena Sendler.


Meses más tarde, sin poder aguantar más ante la indignante y catastrófica situación de la que Irena era testigo día sí y día también, la enfermera decidió tomar una drástica decisión. Intentaría rescatar a la mayor cantidad de niños que pudiese, salvándolos así de una muerte más que segura en los campos de concentración y exterminio, donde los más pequeños solo tenían una salida posible, las cámaras de gas.


A medida que pasaban los días, la situación en el gueto se fue volviendo cada vez más insostenible. Quienes no fallecían de hambre o de enfermedades, lo hacían —con cualquier excusa— a manos de miembros de las SS. Es entonces cuando Irena no aguanta más y decide ponerse en contacto con diversas familias para comenzar a hacer realidad su plan de intentar sacar a los niños del gueto. Realmente no podía garantizar que esto saliera bien, pero quedándose allí, a buen seguro, estaban condenados a muerte.


Sin embargo, a pesar de lo convencida que estaba ella de nueva causa, esta no le resultó nada fácil de realizar, pues las familias, a priori, no estaban muy por la labor de desprenderse de sus hijos. Y más cuando, sobre todo al principio, mucho de ellos no daban crédito o no querían creer en el destino que les esperaba al ser deportados.


Pero pronto, los habitantes del gueto tuvieron que rendirse ante la evidencia y, poco a poco, eran cada vez más las familias que aceptaban el ofrecimiento de Irena. La enfermera comenzó así a sacar a los pequeños de las entrañas del horror en el que estaban sumidos de las formas más insospechadas posible.


Alguna de las técnicas que Sendler utilizaba para liberarlos eran, por ejemplo, esconderlos en su camión de ambulancias, en camiones de mercancía, en bolsas de basura, en caja de herramientas e, incluso, en ataúdes, siendo los pequeños previamente sedados para hacerlos pasar como cadáveres para que así no levantasen ningún tipo de sospechas. Cualquier cosa servía con el objetivo de que llegaran vivos al otro lado de los muros que los mantenía confinados.


Pero este periplo no terminaba con los niños liberados, Irena debía entonces asegurarse de conseguirles familias que lo acogieran y les dieran una nueva vida. Para ello falsificó cientos y cientos de partidas de nacimiento. Poniendo bastante empeño, además, en enseñar a esos niños el cristianismo, puesto que hacerse pasar por cristianos era lo que les salvaría la vida.


De manera simultánea a la falsificación, Irena confeccionaba listas con los nombres de la identidad real de cada uno de los salvados, ligados a su nombre ficticio, con el objetivo de que, cuando acabase la guerra, cada uno de ellos supiera verdaderamente de donde venía y cuál era su familia.


Durante un año y medio, Sendler continuó salvando vidas hasta que, en 1943, los nazis la descubren y es inmediatamente detenida por la Gestapo, quienes la encarcelaron en la prisión de Pawiak, donde la torturaron con el objetivo de que confesara dónde estaban los listados que  sabían que llevaba años redactando.


La valentía de Irena brilló entonces —aún más si cabe— al no declarar absolutamente nada a pesar de ser condenada a muerte. Sin embargo, su suerte cambió cuando el día de su ejecución, el soldado alemán que la dirigía a su ejecución, tras ser sobornado por el grupo de resistencia al que pertenecía Sendler, la libera y le pide que huya, inscribiéndola en la lista de fallecidos de aquel día. Y salvándole así su vida.


El miedo a que todo su plan saliera a la luz volvió a estar más presente que nunca en agosto de 1944, tras producirse el levantamiento de Varsovia, la revuelta de mayores dimensiones que se produjo contra el ejército nazi en el país polaco. Un levantamiento que ponía en peligro los escondites donde la enfermera guardaba los listados de los cambios de identidad de los pequeños, por lo que decidió trasladarlos y esconderlos bajo el jardín de una de sus vecinas. Un nuevo escondite que sería el definitivo hasta que la guerra terminase e Irena pudiese recuperarlos.


Como ya adelantaba al principio de este post, fueron más de 2500 niños los que, gracias a este verdadero ángel, pudieron sobrevivir al horror. Y no solo al gueto, sino a lo que les esperaba después, su muerte segura en campos de concentración y exterminio.


Tras la guerra, debido al estado de “amnesia” en el que se sumió Europa, esta —y muchas otras historias parecidas— quedaron en el olvido. No sería hasta que, en 1991, un grupo de alumnos americanos dieron con algunas referencias sobre a Irena Sendler. Momento desde el cual comenzaron a investigar sobre ella y sobre los salvados por ella misma, poniéndose toda la maquinaria en funcionamiento y haciéndola cada vez más y más popular.  


Irena Sendler a sus 98 años de edad



A partir de ahí se empieza a investigar de manera exponencial su historia y sus acciones, colmándola de reconocimientos y menciones. Entre ellas la proporcionada por Israel, quién la nombra “Justa entre las Naciones”, o la otorgada por Polonia, el título de Dama de la orden del águila blanca —galardón más importante del país polaco—.


Pero si hubo un reconocimiento que dio de que hablar fue el del Noble de la Paz, premio que se le iba a entregar a esta heroína en 2007 pero que, al final, decidieron entregárselo a Al Gore, ex vicepresidente de los Estados Unidos, que luchaba contra el cambio climático.


Finalmente, Irena Sendler fallece el 12 de mayo del 2008, a la edad de 98 años.


Como habéis podido comprobar, detrás de esta tímida sonrisa se esconde una historia apasionante. Y es que, Sendler es una de las mujeres más valientes que conozco. No puedo llegar a entender cómo no es mundialmente conocida o cómo no se le ha otorgado el reconocimiento que merece una mujer que miró al miedo de frente y decidió desafiarlo, jugándose —en múltiples ocasiones— su vida con el único objetivo de salvar la de los demás.


Y, a pesar de todo ello, otro aspecto que habla aún mejor de ella, es que Irena siempre detestó la notoriedad, llegando a afirmar que ella no hizo nada extraordinario, que simplemente hizo lo que como ciudadana debía de hacer, ayudar: “una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad”.


Por otro lado, así contestaba el ángel de Varsovia cuando le preguntaban por su encomiable y heroica actividad: “cada niño salvado con mi ayuda es la justificación de mi existencia en la Tierra y no un título de gloria”.


Irena Sendler



Irena Sendler conforma un ejemplo más de cómo la historia ha relegado continuamente a las mujeres, ya sean artistas o heroínas a un discreto segundo plano porque… ¿Quién no ha oído hablar de Schindler? ¿o del español Ángel Sanz? Sin embargo, Irena siempre ha pasado más desapercibida, una situación que esperemos, poco a poco, se solucione.


Historias como la de Sendler, son muy especiales porque nos reconcilian a todos con la especie humana tras la terrible deshumanización vivida durante la Segunda Guerra Mundial. Este verdadero ángel pasará a la historia como una de las personas que cambiaron el mundo, a mejor, haciéndolo más humano e invitando al resto a no perder la fe en la humanidad.


Su experiencia y sus acciones me hacen reflexionar, acordándome también de lo leído recientemente en el último libro que he devorado, “los amnésicos” de Géraldine Schwarz. Un libro dónde se medita —entre otras cuestiones— hasta qué punto el mirar hacia otro lado, o el mantenerse imparcial, te hace cómplice.


En mi opinión, todo aquel que sabía lo que estaba ocurriendo y no hacía absolutamente nada era cómplice. Así, sin más.


Seguramente fuese por miedo, o por comodidad de que, para el resto, nada cambie. Por lo que sea, pero si algo nos enseña esta historia que acabo de narrar es que, cada granito de arena cuenta, y sino que se lo digan a los 2500 niños que sobrevivieron gracias a esta valiente que decidió no mirar hacía otro lado. Porque esta guerra era una guerra de todos, aunque se señalara solo a algunos y otros prefirieran vivir en la relativa tranquilidad del no saber.


Pero la realidad no es otra que la indiferencia mata y, como bien dice Schwarz en el libro que acabo de mencionar: “la indiferencia está en el origen de los peores crímenes contra la humanidad”. Por favor, aprendamos de todo lo ya vivido y no lo volvamos a repetir.


Gracias Irena. Desde aquí mi pequeño y humilde homenaje a tu valentía y a tu gran humanidad.


Irena recibiendo uno de sus múltiples reconocimientos



Espero que os haya gustado, os animo a pronto escuchar el programa de mujeres en la Shoá: ángeles y demonios para descubrir historias tan bonitas como esta y otras dónde la crueldad campa a sus anchas sin ningún tipo de límites.


Un saludo, mil gracias por seguir ahí, justo al otro lado de la pantalla. Nos vemos pronto, muy pronto, en “el diario de Ro”.


Pd: os dejo una serie de recursos adicionales para conocer un poquito más sobre la historia de Irena Sendler. A buen seguro, os enamorará.


-Películas: El corazón valiente de Irena Sendler, John Kent Harrison. (2009).

-Libros: Tilar Mazzeo. (2020). Los niños de Irena: la extraordinaria historia del ángel del gueto de Varsovia. (Elena Preciados ed). Aguilar.

-Documental: Vidas contadas: conociendo a Irena Sendler, un documental de RTVE. (2010).


 *Breve reseña de las fotografías que aparecen en el post:

  • Foto 1: imagen obtenida de la web: wikipedia.
  • Foto 2:  imagen obtenida de la web: cadena ser.
  • Foto 3:  imagen obtenida de la web: abc.es.
  • Foto 4:  imagen obtenida de la web: abc.es.
  • Foto 5:  imagen obtenida de la web: imágenes de nuestra historia.
  • Foto 6:  imagen obtenida de la web: aleteia.