Los diarios como refugio.

Llevaba bastante tiempo dándole vueltas a la idea de crear un blog. Y no ha sido hasta que he aterrizado en Madrid cuando, por fin, he decidido convertir esa idea en una realidad. Y, la verdad, ¡crearlo ha sido todo un reto! Yo que me pensaba que sería algo sencillo, en el que sí, tendría que establecer mi diseño, pero después solo tendría que ir subiendo uno a uno mis diferentes post, ¡que equivocada estaba!


La realidad ha sido que, desde hace más una semana, me veo inmersa en un mundo totalmente desconocido para mí de tutoriales, plantillas, códigos HTML, CSS y un largo etcétera que, sin duda, me han mantenido mucho más ocupada de lo que, en un principio, había imaginado. Pero puedo decir que ha valido la pena al tener entre mis dedos un espacio, por fin, en el que poder expresar todo lo que desee y sienta. Y que, además, haya quedado tan bonito, tan yo. Tan Ro.


Sin embargo, uno de los aspectos que más tuve que meditar era sobre hacia que temática quería orientar el blog. Tenía claro lo que seguro no quería que este fuese, una simple sucesión de post. Antes que eso tenía claro que prefería algo íntimo, algo que reflejara la esencia del trabajo que con él quería desempeñar. Y entonces surgió la idea definitiva, un diario.


Y es que, la mayoría de nosotros necesitamos, a menudo, volcar nuestros sentimientos en algún sitio (el desahogarnos me parece una característica totalmente intrínseca del ser humano). A veces esos sitios son personas, y otras, por ejemplo, son refugios de papel donde volcamos todo aquello a lo que, a veces (más de las que seguramente nos gustaría afirmar) nos da miedo ponerle voz. 


En mi caso, he escrito diarios toda la vida. Al principio, de niña, siempre utilizaba cuadernos donde iba narrando mi día a día. Posteriormente, desde el instituto, las agendas anuales pasaron a ser mis máximas confidentes. Aún guardo debajo de mi cama, en casa de mis padres, más de diez agendas donde bien puede resumirse toda mi vida. Y ahora, enfrascada de lleno en la vida adulta, podría decir que Instagram se ha convertido en mi diario personal. Hasta que comience El diario de Ro, donde, sin duda, podré expresarme sin ningún limite de caracteres, a corazón abierto. Con el alma. Porque muchas veces, el desahogarnos nos cura el alma. Un convencimiento que me atrevería afirmar compartimos casi todos. 


En este segundo post, voy a hacer referencia a como estos diarios "salvaron" la vida de dos personajes femeninos que, personalmente, me apasionan, como ya iréis descubriendo (quienes no lo sepáis ya) a lo largo de esta aventura digital. Mis protagonistas de hoy, y las primeras del diario de Ro, no podían ser otras que Frida Kahlo y Ana Frank.


Comenzando por Kahlo, voy a introducir quien era Frida (ya os adelanto que esta artista acaparará diversas entradas de este diario), de manera que se pueda entender la importancia que para ella tuvo este íntimo cuaderno.



Frida Kahlo (1907-1954), es la pintora mexica con mayor proyección internacional de toda la historia de México. Un referente no solo como artista, sino también como mujer.


 Frida cuenta con una trayectoria profesional compuesta por más de 200 obras. Una hazaña que adquiere aún más mérito si tenemos en cuenta que paso más de la mitad de su vida gravemente enferma. 


Pero ni la poliomielitis, ni el gravísimo accidente que la artista sufrió cuando solo tenía 18 años, ni las decenas y decenas de operaciones, ni su divorcio (y posterior reconciliación) con Diego (el amor de su vida), ni sus abortos, ni si quiera la amputación de su pierna derecha mermaron las ganas y la pasión que Frida sentía por pintar. Kahlo ante todo era valiente, y una luchadora hasta decir basta.


Pero si hubo unos años duros para la artista eso fueron los diez últimos de la misma, desde 1944 hasta 1954, fecha en la que, finalmente falleció. Y fue precisamente durante este periodo en el que la Kahlo comenzó a escribir su diario, un cuaderno que significaría su refugio en los momentos más complicados. Un refugio íntimo donde gritar todo lo que su voz callaba, convirtiéndolo en una simbiosis perfecta de textos, autorretratos, poemas, cartas, números, dibujos, sueños, manchas, símbolos e historias. Convirtiéndolo en arte.


A continuación, os dejo algunas imágenes de su diario. Mi imagen favorita es el boceto que ella mismo hizo de sus maltrechos pies bajo los que reza la frase "Pies parque los quiero si tengo alas pa' volar". Una cita que llevo tatuada y que, en las siguientes publicaciones explicaré porque está tan cargada de significado para mí.


                                         



Y si especial es el diario de Frida Kahlo, ¿Qué podemos decir del diario de Ana Frank? Un pequeño diario rojo que se ha convertido, a lo largo de la historia, en uno de los mejores testimonios de lo que millones de familias se vieron obligadas a vivir durante el Holocausto


La pequeña Ana (de la que también hablaré largo y tendido en otro post), era una niña judía, de origen alemán, que residía, junto a toda su familia (padres y hermana) en Ámsterdam, donde se vio obligada a esconderse, junto con su unidad familiar, en "la casa de atrás" de las oficinas de su padre una vez los Países Bajos fueron invadidos por las tropas alemanas.  




Un encierro que duró dos años, y al que se sumaría una familia más y otro caballero. Desgraciadamente, dos años después fueron descubiertos y llevados a campos de concentración y exterminio nazis. Un destino fatal al que solo lograría sobrevivir el padre de la pequeña, Otto Frank.



Ana quería ser escritora, por ello, su padre le regalo a la pequeña un diario, dándoselo poco antes del confinamiento obligado al que tuvieron que recurrir como única tabla de salvación.


Y eso fue (como ya hemos visto en el caso de Frida) para Ana este cuaderno, la tabla de salvación respecto al horror que estaba viviendo, un terreno seguro donde la pequeña Frank se resguardaba y donde expresaba, no solo su día a día en esa minúscula casa, sino también, donde reflejaba las precarias condiciones de vida que, ya un tiempo atrás, venían sufriendo los judíos, y donde imprimía su miedo ante lo que estaba por llegar. Tan estrecha fue la relación con su inolvidable cuaderno rojo que decidió ponerle nombre, "Kitty". 



Han sido varias veces las que me he leído (siempre con el corazón encogido) su magnífico diario, donde demuestra la gran escritora que pudo llegar a ser de no haber sido asesinaba durante el horror nazi. 


Pero si hay una frase de su diario que me gustaría destacar, es la siguiente: "No veo la miseria que hay, sino la belleza que aún queda". Una cita donde se demuestra la bondad y los valores de una niña, que veía como la muerte se acercaba, cada vez más, a su familia. Y que, a pesar de ello, nunca perdió la fe.


Quiero terminar mi post adjuntando una foto de cada uno de los dos diarios de los que aquí he hablado, con su correspondiente cita, por si queréis conocer un poquito más sobre ellos. Ojalá sea así porque de verdad leerlos... Te cambia. 


Frank, A. (2011). El diario de Anne Frank (Diego J. Puls ed.). Debolsillo.

Kahlo, F. (2001). El diario de Frida Kahlo (Sarah M. Lowe. ed.). Editorial RM.



*Breve reseña de las fotografías que aparecen en el post:
Foto 1. Imagen obtenida de Pinterest.
Foto 2. Frida Kahlo. Imagen obtenida de Pinterest.
Foto 3 y 4. Imágenes propias hechas a mi ejemplar del diario de Frida Kahlo.
Foto 5. Imagen propia con mural de Ana Frank en su museo berlinés.
Foto 6. Imagen propia en la famosa "casa de atrás", Ámsterdam.
Foto 7 y 8. Imágenes obtenidas de Google.

Entradas que pueden interesarte