Gisela Perl. La ginecóloga de Auschwitz.



En est nueva entrada del 
diario de Ro,  para cambiar un poco de tercio, y para eliminar un poco el amargo sabor de boca que nos han dejado los post relativos a los dos últimos programas de
“mujeres en la Shoá, ángeles y demonios” que realizo con Radio Sefarad, esta vez hablamos de Gisella Perl, el ángel conocido como la ginecóloga de Auschwitz”.


Nuestra protagonista de hoy decidió utilizar su profesión, la ginecología, para salvar de las torturas y de una muerte más que segura— a aquellas prisioneras que llegaban a Auschwitz-Birkenau embarazadas, así como a las que se quedaban en estado de buena esperanza una vez viviendo ya tras sus electrificados muros. Una acción, la llevada a cabo por esta valiente, que realizaría jugándose su propia vida


Pero, como hemos hecho con todas nuestras protagonistas hasta ahora, comencemos conociendo su vida para, posteriormente, entender su obra.


Gisella Perl nació el 10 de diciembre de 1907, en Hungría. Fue la primogénita de cuatro hermanos, algo que sin duda originó su vocación por cuidar del prójimo y su instinto maternal. Un interés profesional al que ayudó, y mucho, su excelencia académica, siendo Gisella la única mujer, y la única persona judía, en graduarse en la escuela secundaria con tan solo 16 años de edad—.


Lo cierto es que, nuestra protagonista, tuvo la suerte de gozar de una juventud e infancia bastante acomodaba, tranquila y feliz hasta que, en 1944, los nazis invaden Hungría y su hasta entonces realidad se va a ver modificada de manera totalmente radical.


A partir de aquel año, todos los judíos capturados por el ejército del Tercer Reich, en primera instancia eran confinados en el gueto de su ciudad, Hungría, para, posteriormente ser deportados a los diversos campos de concentración y exterminio que proliferaban ya por toda Europa del Este. Y los Perl fueron una de tantas familias húngaras que correrían con esa triste suerte.


El destino común de toda su unidad familiar fue el temido campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, donde Gisella perdería a sus padres, a su marido y a su único hijo varón. Sin embargo, más suerte correría su hija pequeña, a quien Gisella consiguió esconder —y salvar— del ejército nazi. Pero de la pequeña hablaré un poquito más adelante.


Gisella Perl a su llegada a Auschwitz-Birkenau


Por si perder a la gran mayoría de su familia no hubiese sido poco, a Perl todavía le quedaba pasar por algo aún peor si cabe, la obligación que sobre ella se infligió —bajo pena de muerte— para que trabajase como médica en el campo.


Al principio, nuestra protagonista, a pesar de sus terroríficas circunstancias, desempeñó este trabajo de la manera más positiva que pudo, focalizando su nueva actividad profesional en ayudar a sus compañeras con las enfermedades que presentaban, haciendo por ellas todo lo que estaba en su mano.


Sin embargo, más pronto que tarde, Gisella se daría cuenta de que su buena voluntad y su experiencia no serían suficientes ya que, sin analgésicos, vendajes, material quirúrgico, higiene, o sin ni siquiera una cama o agua corriente, podía hacer demasiado por sus compañeras. Aun así, Gisella no sé rindió y, dentro de sus posibilidades, continuó ayudando a todo aquel que la necesitaba, apoyada por la poca medicina que existía en aquel maléfico escenario.


Poco después de que Perl comenzar a ejercer su nueva profesión dentro del campo, su jefe directo, el desalmado doctor Josef Mengele —conocido por las infinitas atrocidades médicas y los innumerables experimentos que cometió en Auschwitz—, le asignó la tarea de informarle de todas aquellas mujeres que estuviesen embarazadas, con la excusa de ser estas trasladadas a barracones especializados y dotados de todo lo necesario para hacer más fácil la vida de estas mujeres durante su estado en semejantes circunstancias.


Sin embargo, Gisella no tardaría en descubrir la realidad, y es que, las verdaderas intenciones de Mengele al encargarle esta responsabilidad eran radicalmente diferentes a las que él mismo le había comentado. Nada mejor que citar las propias palabras de Perl sobre el descubrimiento de las intenciones reales del doctor: "Mengele dijo que irían a otro campamento para una mejor nutrición, incluso para la leche. Aprendí que todas fueron llevadas al bloque de investigación para ser utilizadas como conejillos de indias, y luego ser arrojadas al crematorio. Decidí que nunca más habría una mujer embarazada en Auschwitz".


Fue a partir de entonces cuando “la ginecóloga de Auschwitz” empezó a llevar a cabo las actividades que posteriormente le otorgarían todo el reconocimiento y la notoriedad que, sin duda, merecía.


Tras este punto de inflexión, que significó para ella el ser consciente del destino que esperaba a las embarazadas y sus fetos, es cuando nuestra protagonista comenzó a realizar centenares de abortos clandestinos con aquellas futuras madres a las que consiguió concienciar de que esa sería, precisamente, la única oportunidad que tendrían, al menos ellas, de mantenerse con vida en aquel infierno, puesto que los bebés, desde que eran concebidos, ya tenían firmada su sentencia de muerte.



Barracón de mujeres en Auschwitz-Birkenau


Con estos abortos no solo salvaba a sus compañeras de una muerte certera, sino que las salvaguardaba de las sádicas torturas, vejaciones, vivisecciones y experimentos inimaginables que, entre otros, el Dr. Josef Mengele, ejercía sobre ellas, y sobre sus fetos, hasta que uno de ellos, o ambos sucumbían a la muerte.


Uno de los capítulos más controvertidos de la historia de Perl, tiene que ver con nuestra protagonista del programa anterior, Irma Grese. La Bella Bestia quedó embarazada fruto de sus múltiples relaciones sexuales, un hecho que para ella solo suponía un obstáculo en su meteórica y vil carrera entre las filas de las SS. Por ello, Grese no dudo en ordenar a Gisella que le practicase un aborto en la más estricta intimidad, amenazada de muerte si a esta se le ocurría comentar lo más mínimo sobre este delicado asunto.


Un año más tarde, Perl fue trasladada al campo de Bergen-Belsen ante el avance imparable de los aliados y la inminente liberación de Auschwitz-Birkenau. Finalmente, nuestra protagonista sobreviviría al horror y conseguiría la tan ansiedad libertad.


Una libertad amarga al ser consciente entonces de que había perdido a, prácticamente, toda su familia. Un hecho que la sumió en una tristeza inmensa que la sumió en una profunda depresión que la llevó incluso a intentar quitarse la vida.


Un intento de suicido fallido tras el cual fue ingresada en un convento con la esperanza de que mejorase.


Sin embargo, y por si todo lo que Perl había sufrido no hubiese sido poco, los fantasmas del pasado volvieron de golpe cuando, en 1947, Gisella se vio obligada a viajar a Nueva York para ser interrogada debido a las sospechas que había sobre su implicación en la asistencia respecto a los médicos nazis, acusación de la que, finalmente, fue absuelta.


Poco a poco, Giselle fue dejando atrás el pasado que tanto la atormentaba. Y es que no tiene que ser nada fácil vivir con tantos recuerdos agolpados, con imágenes del miedo y del terror que sufrieron —ella y su familia— al ser deportados, separados e internados en Auschwitz. Por no hablar de lo complicado que tuvo que ser vivir con el recuerdo de todos aquellos bebés que tuvieron que ser sacrificados con el único objetivo de salvar vidas, pues ellos ya estaban condenados. Encojé el alma conocer, de primera mano, como vivió todo este proceso la propia Perl: “sí, ayudé a dar a luz a mujeres en su octavo, séptimo, sexto o quinto mes de embarazo, siempre de manera apresurada, siempre con mis cinco dedos, en la oscuridad, en condiciones terribles. Nadie entenderá jamás lo que significó para mí destruir a esos niños”.


Y tuvo que ser dificilísimo, para más inri, tener que soportar, después de todo, y después de perder a toda tu familia, el ser señalada como colaboracionista de un régimen que le había destrozado la vida, el corazón y el alma.


Sin embargo, Gisella Perl supo sacar la fuerza y el coraje necesario para encauzar su vida. Volvió a la medicina, retomando su profesión de ginecóloga y haciéndose toda una especialista en temas de fertilidad.


Gisella Perl con uno de los 3000 niños que trajo al mundo tras retomar su profesión.


Pero si hubo algo que volvió a darle sentido a su existencia, fue su reencuentro con su hija Gabriella Krauss Blattman, a quién, como ya adelanté al principio de este post, logró esconder de la persecución nazi. Juntas se trasladaron a Israel, concretamente en la ciudad de Herzliva, donde permanecerían sin separarse hasta el fallecimiento de Perl en 1988. 


Gisella es un ejemplo más de valentía, de tantos como estamos viendo a lo largo de los programas y publicaciones que estoy realizando con motivo de mi colaboración con Radio Sefarad.  perl es una de esas mujeres a las que la historia no le ha dado el lugar que merece y yo, desde mi pequeña ventana al mundo, lo único que puedo hacer es aportar un pequeño granito de arena para que su vida y su obra se conozcan y se vean reconocidas como se merece. 


Antes de despedirme, como siempre, me gustaría recomendaros un par de recursos adicionales con los que podréis conocer mejor a esta gran mujer. Esta vez son en inglés, llama poderosamente la atención que ni si quiera estén traducidos. Pero ahí los tenéis:


*Recursos adicionales:

-Libro: Perl, G. (1948). I was a Doctor in Auschwitz. Ayer Co Pub.

-Película: Joseph Sargent (2003). Out of the Ashes. Showtime. 


Y, de nuevo, muchas gracias por seguir ahí, justo detrás de esta pantalla, compartiendo los temas y las experiencias que más me apasionan, conociendo así un pedacito más de mí. 


Mil gracias, nos vemos muy pero que muy pronto en otra entrega del "diario de Ro".